Este refrán popular resume exactamente lo que la gran mayoría de cristianos hacemos: Abundamos en palabras, pero no las traducimos en hechos. Otros usarían otro popular refrán y dirían: Mucha bulla y pocas nueces !!!!
Alardeamos solo en palabras, pero a la hora de las horas, no hacemos ni la mitad de lo que decimos. He aqui algunas cosas que me vienen a la mente al respecto:
Decimos ser amigos y lo comunicamos a los 4 vientos; pero a la hora en que la amistad es probada, le damos la espalda a los amigos y pensamos solo en nosotros, pues pesan más nuestros propios intereses.
Decimos haber perdonado, pero al que nos ofendió no podemos verlo, mucho menos hablarle o compartir tiempo con él o ella.
Decimos que amamos en todo tiempo, pero solo amamos cuando ese amor nos trae algún beneficio personal como compañía, alivio, seguridad, o alegría.
Decimos que comprendemos a nuestro prójimo, pero seguimos criticando las actitudes de las personas que nos rodean y no les mostramos una pizca de misericordia.
Decimos que somos felices, pero nuestros rostros reflejan otra realidad pues se ven desencajados, amargados, o angustiados.
Decimos creerle a Dios, pero continuamente nos apoyamos en nuestra propia prudencia y luchamos con nuestras propias fuerzas por salir adelante.
Decimos que sabemos justificar, pero continuamente estamos señalando los errores que los demás cometen y CONDENAMOS.
Decimos dar buenos consejos a otros para que arreglen sus vidas, pero no tomamos esos consejos para las nuestras.
Decimos ser transparentes y genuinos, pero realmente nos escondemos bajo máscaras y disfraces.
Decimos como líderes y pastores, amar a nuestras ovejas, pero nos enojamos con ello(a)s cuando no hacen lo que queremos.
Decimos tener el amor de Dios en nuestras vidas pero llegamos a ser posesivos y egoístas con nuestros amigos, llegando al punto de hasta prohibirles que se junten con otros. (Sucede entre los cristianos aunque alguno que lee se ria y no lo crea)
Decimos conocer a Dios y nos ufanamos procramándolo, pero realmente NO lo conocemos. No podemos conocer a un Dios con el cual no mantenemos una relación íntima.
Decimos ser seguidores de Jesús, pero no mostramos sus virtudes a todos aquellos que nos rodean y que necesitan ver a un Jesús real, que vive en nosotros.
Decimos amar a Dios, pero no le obedecemos, no le servimos, no lo respetamos y no lo honramos.
DEL DICHO AL HECHO, SIN DUDA PARA NOSOTROS LOS CRISTIANOS, HAY UN GRAN TRECHO.